Los muebles nunca son un problema en las separaciones. Por más embebidos que estén de significados, siempre sirven, y esa utilidad de algún modo les permite seguir viviendo, rehacer sus vidas en condiciones y contextos nuevos. Pero las fotografías, como la mayoría de esas nimiedades simbólicas que las parejas acumulan a lo largo del tiempo, lo pierden todo cuando el contexto que les daba sentido se disuelve: no sirven literalmente para nada, no tienen ninguna posteridad.